Un buen orador, no significa ser un gran líder. El Rector General de la Universidad de Guanajuato, eso es. Excelente en la oratoria, pero malo en la operación política.
Ante las debilidades que suelen ser consideradas en los tiempos de las redes sociales, como áreas de oportunidad, al Rector General de la Universidad de Guanajuato le hace falta, no solo mejorar en la asignatura de operatividad política y liderazgo frente a las causas políticas, económicas y sociales que lo enfrentan a la comunidad a la que sirve.
Le hace falta mejorar en la elección de sus colaboradores. Es fácil de convencer por el grupúsculo de lambiscones, que le acompañaron en la difícil ruta de la victoria por la Rectoría General.
Bueno, para muestra basta dos botones. Su incompetencia para saber elegir entre un comunicador de profesión y un abogado Eduardo López Goerne o una licenciada en enfermería Margarita Arenas, para llenar una dirección, verdaderamente difícil de llenar, como es la de comunicación y enlace, así lo demuestran.
Más claro, ni el agua. El resultado: un fracaso rotundo en las políticas de comunicación social que antes eran la gloria de la máxima casa de estudios, incluso con el ignorante de esta ciencia de la comunicación, otro abogado, por cierto, Fernando Alvarez.
Ahí estarán apareciendo ya las debilidades de un rector que fue empujado con un bloque de políticos a ese noble cargo que a muchos les queda grande, entre los que se incluyó el propio Senador Juan Carlos Romero Hicks del PAN, y el senador Gerardo Sánchez del PRI. Entre otras cabezas de la política.
Era una asignatura que resolvían los gobernadores, la de influir en la elección del Rector General de la Universidad de Guanajuato. Miguel Márquez no quiso meter las manos, como si lo hizo Juan Manuel Oliva, para influir sobre la elección del rector José Manuel Cabrera Sixto.
Decir que la Junta Directiva elige “democráticamente” al Rector General y a los rectores de campus, es mera interpretación positiva. No hay tal.
Más allá de la elección, por los procesos que se quiera. Lo cierto es que el equipo que acompaña a Luis Felipe Guerrero ha demostrado tremenda debilidad, y al final de cuentas, terminan convenciendo a Luis Felipe Guerrero Agripino para que salga con propuestas que sacuden y ponen en pie de guerra a la comunidad académica, a los trabajadores, en general, propuestas endebles, negativas, riesgosas, que terminan golpeando al propio Rector.
La guerra por las pensiones es una muestra de la debilidad de Agripino, es una muestra del dejarse mangonear por sus asesores consentidos, como el abogado general Mauricio Alejandro Murillo de la Rosa, que están muy lejos de ser las manos que mesen la cuna.
El fallido intento de apoyar desde el grupo del Rector como lideresa de ASPAAUG a Lizbeth Reyes Montúfar, es apenas el inicio de la caída de muchos proyectos que le diseñaron al rector general Aripino.
Liz enfrenta una grave crisis en la asociación sindical, como el no poder maniobrar muchos millones de pesos que están congelados en las cuentas del banco, y que por consecuencia no podrán ser empleados para mover la maquinara que debe acompañar al Rector de la U.G. en esta grave campaña bélica.